EL PROYECTO
EN BÚSQUEDA DE NUEVAS OPORTUNIDADES
Los vecinos de barrio Nuevo Progreso conviven día a día con el basural a cielo abierto ubicado a escasos metros de sus viviendas. Este trae a sus vidas diversos problemas, que afectan desde su salud hasta su seguridad.
Para la comunidad esforzada y trabajadora de Nuevo Progreso, esta problemática no los define, ya que como el mismo nombre del barrio lo indica, sus habitantes han puesto manos a la obra desde el primer día en busca de un solo objetivo: progresar.
“Nosotros trabajamos. No le quitamos nada a nadie.”
Por ello, decidieron urbanizar el lugar con sus propias manos: levantaron estructuras de material, colocaron ellos mismos el alumbrado público y construyeron potreros en pos de elevar la calidad de vida de toda la comunidad.
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El próximo paso es la construcción de un lugar de encuentro: un polideportivo que contribuya a aumentar la esperanza de vida de los niños a partir del desarrollo de actividades físicas en un ambiente libre de contaminación.
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Nuevo Progreso es reflejo de la diversidad étnica y cultural que caracteriza nuestro país. Además de argentinos, hay familias bolivianas, paraguayas y peruanas que llegaron por trabajo y en busca de una mejora económica.
En la mayoría de las casas, habitan familias jóvenes y hay muy pocos abuelos. Solo algunos vecinos superan los 60 años. Los hombres trabajan como obreros de construcción y una gran parte de las mujeres lo hace en el servicio doméstico y venta de comidas. Entre todos, se reunieron de manera solidaria para tener un techo propio.
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Sin embargo, a la par de esto, se inició el proceso de expropiación de los terrenos: un trámite fundamental para que los vecinos puedan legalizar la tenencia de sus viviendas.
En efecto, cuando las primeras familias arribaron al lugar, no había allí más que tierra. Emiliano Ramos, uno de los referentes del barrio, cuenta que, cuando él llegó, la zona “era un baldío”.
Pensando que se encontraban en un terreno público, los vecinos se fueron instalando paulatinamente. Cada familia eligió un lugar, levantó su casa y, de a poco, entre todos, fueron haciendo las mejoras a cada vivienda. El albañil hacía las paredes, el pintor daba color, el que no sabía hacer nada, simplemente ayudaba.
“A mí no me gusta que me regalen nada pero sí que me den una mano”
-Emiliano Ramos
Los problemas empezaron cuando los carreros comenzaron a tirar basura a la par de las nuevas viviendas. Justificaron esta acción argumentando que aquel espacio les había sido otorgado por la Municipalidad de Córdoba para depositar allí sus desechos. Pero este no era el único conflicto.
Cuando las casas estaban en proceso de construcción y los habitantes ya se habían establecido, de repente, la posesión legal de la tierra ya no les pertenecía. Una mujer de un barrio vecino que se adjudicaba la propiedad del lugar les vendió las plazas, aunque sin papeles. Esta acción desató múltiples controversias con los empleados municipales.
Provisoriamente, pudieron llegar a un acuerdo con el Municipio y hacer valer sus derechos. Hoy, aportan al tesoro público a través de sus impuestos. Cuentan con los servicios básicos de manera digna como cualquier otro ciudadano de Córdoba.
Cabe destacar que el basural se encuentra próximo a las futuras obras de interconexión entre las avenidas Rafael Núñez y Donato Álvarez, las cuales le darán un valor agregado a la zona en materia de bienes raíces. Esto provoca temor en los vecinos, ya que consideran que sus construcciones corren peligro de ser expropiadas.
Ante esto, los vecinos de Nuevo Progreso tienen la intención de construir un polideportivo vecinal que sea financiado por sus propios bolsillos, en el que puedan desarrollar distintos eventos como campeonatos de fútbol o ferias artesanales. Quieren transformar el basural en un punto de encuentro para la comunidad y que sirva de contención para los más jóvenes, y así poder asegurarse un lugar digno donde vivir al que puedan llamar hogar.